sábado, 25 de enero de 2014

Capitulo 21 - Callame con un beso

Esa tarde de diciembre, en un lugar de Londres.
Ha subido las escaleras lo más deprisa que ha podido. Paula llega a su habitación y rápidamente enciende el ordenador. Tiene unas ganas inmensas de hablar con Álex. Pero deberá contener las lágrimas que está deseando soltar. No quiere que la vea llorar más.
Como siempre, su PC tarda más de la cuenta en iniciar la sesión. Cuando por fin lo hace, lanza una exclamación victoriosa y enseguida entra en su MSN. Mira y remira todos los contactos que están conectados, pero él no aparece entre ellos. Suspira. ¿Y si le manda un SMS? Sale muy caro y no dispone de mucho saldo en el móvil. Además, posiblemente esté comiendo ahora. En España es una hora más. Esperará un rato a ver si su novio se conecta.
Busca una canción en su archivo de música. Elige Quiero recordarte de Preciados.
Pasan unos minutos. Se pone de pie y se sienta constantemente. Abre y cierra el Messenger varias veces. Nada. Álex no viene. Sin embargo, en su pantalla se ilumina una lucecita naranja que también la ilusiona. Clica en ella y sonríe.
—¡Hola, Paula! ¿Cómo estás?
—Hola, Diana. Bien, ¿y tú?
Hacía unos días que no hablaban. En los últimos meses cada vez tienen menos contacto entre ellas; de todas las Sugus, es con la única que mantiene relación. Cristina desapareció hace tiempo, cuando se cambió de instituto, y de Miriam solo sabe lo que ella le cuenta.
—Pues regular.
—¿Y eso? ¿Qué ocurre?
—Te escribo desde el ordenador de Mario. Él está ahora abajo hablando con sus padres porque Miriam se ha ido de casa sin decir nada a nadie.
—¿Cómo? ¿Adónde?
La noticia sorprende muchísimo a Paula. Alguna vez Diana le había contado que su amiga ya no era la misma de siempre. Pero no imaginaba que las cosas estuvieran tan mal como para eso.
—No lo sabemos.
—¿La habéis llamado al móvil?
—Sí, varias veces, pero no lo coge.
—Mmm…
—Su madre es la que peor lo está pasando.
—Imagino que no tiene que ser fácil para ella. ¿Y qué ha pasado para que Miriam haya hecho algo así?
—No me he enterado muy bien. Discutió con sus padres y con Mario anoche. De todas formas, ya llevaba unos meses muy rara.
Paula recuerda que, ya antes del verano, su amiga empezó a complicarse la vida. Repitió primero de Bachiller y dejó el instituto antes del final de curso. Sus amistades cambiaron y las Sugus terminaron por separarse del todo después de que Cris se cambiara de centro. Solo Paula y Diana estaban ya en la misma clase. Y aunque al principio seguían quedando las tres, poco a poco la hermana de Mario también se fue distanciando.
—Qué mal…
—Ya ves. Un drama.
—¿Y qué van a hacer sus padres? ¿Llamarán a la policía?
—No lo sé. Pero imagino que, al ser mayor de edad, no serviría para mucho.
—Es verdad.
—Si se ha ido voluntariamente, como parece, no hay nada que hacer.
En ese instante se abre la puerta de la habitación. Entra Valentina, pero no viene sola. La acompaña Luca Valor. Discuten acaloradamente.
—Espera, Diana. Ha venido mi compañera de cuarto.
—OK.
La chica se gira y mira a los recién llegados. Se están gritando uno al otro. La italiana lo insulta y mira a Paula.
—¡Le he dicho que me dejara tranquila! Que si quería decirte algo, que te llamara por teléfono.
—¡Cómo voy a llamarla por teléfono! ¡Tú estás mal de la cabeza, italianini!
—Lo que no es normal es que me hayas seguido desde el comedor y me hayas obligado a abrirte la puerta.
—¡Claro! La españolita no me habría abierto de otra manera.
—¡Pues es tu problema, no el mío!
Paula se levanta de la silla y contempla desafiante al chico.
—¿Qué quieres ahora?
—Nos toca limpiar la cocina —responde Luca sonriente, aunque aún sofocado de la discusión con Valentina.
—¿Qué?
—Lo ha dicho Brenda. Y Margaret está de acuerdo.
—Eso no estaba en el castigo.
—Pues ahora, sí —replica el joven—. Como no hemos ayudado a hacer la comida, nos toca limpiar.
—Pero no hemos ayudado en la cocina porque estábamos limpiando los baños.
—Eso he dicho yo. Pero no me han hecho ni caso.
La chica resopla y vuelve a sentarse delante del ordenador.
—¡No soy la nueva chacha del centro! —exclama, enfadada.
—Venga, españolita, no te mosquees. Estarás conmigo.
—Eso me mosquea todavía más.
—¿Por qué? ¿No soy buena compañía?
Valentina no soporta más la chulería de Luca y, empujándolo, lo saca de la habitación. Luego cierra dando un portazo.
—Estará enamorado de ti, pero es lo peor del mundo —comenta Valentina, lanzándose sobre su cama.
—En lo primero no estoy de acuerdo. En lo segundo, te quedas corta.
—Menudo gilipollas…
Los gestos de Valentina mientras habla hacen sonreír a Paula. Sin embargo, no está nada contenta con la nueva tarea que le han encomendado.
—Ahora tengo que limpiar la cocina… ¡Hay que fastidiarse!
—Es el precio del delito.
—¿Qué delito? Ni que fuera una delincuente…
—Estás al borde de serlo.
—¡Qué dices! Si me tendrían que poner un monumento en la residencia por lo del cubito de hielo.
La italiana se ríe escandalosamente al escuchar a su amiga.
—Paola, ya puede ser este tío muy bueno en la cama, porque ser su novia debe parecerse muchísimo a la sensación de meterte desnuda en una piscina de erizos.
—¿Novia? ¡Yo ya tengo novio! ¡Y, aunque no lo tuviera, no querría a Luca Valor ni en sueños!
—Nunca digas nunca.
—En este caso, sí. Nunca será nunca.
—Ya lo veremos, es-pa-ño-li-ta.
Paula mueve la cabeza de un lado para otro y regresa a la conversación de MSN con Diana.
—Perdona, ya estoy aquí, aunque me tengo que volver a ir.
—No pasa nada. Me alegro mucho de haber hablado contigo.
—Lo mismo digo. Espero que se arregle lo de Miriam.
—Te tendré informada.
—Gracias. Ya hablaremos.
—¿Sabes? Echo de menos a las Sugus.
La chica resopla y mira a su alrededor. Se siente vacía. Melancólica. Está lejos de todo lo que quiere. Y el tiempo pasa y va separando de ella lo que la hacía feliz.
—Y yo, Diana. Yo también echo de menos a las Sugus.

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